Excerto de monografia de conclusão de curso de Especialização em Língua espanhola e literatura, com o título LA MODERNA SOLEDAD FEMENINA EN LA OBRA DE MARCELA SERRANO, orientada pela Profª Leonilda Ambrozio, apresentada pela autora em 2004, na Universidade Tuiuti do Paraná. A autora chilena publicou também, em 2002, El cristal del miedo, uma obra de literatura infanto-juvenil. Em 2004 publicou Hasta siempre, mujercitas, mas não em tempo de ser comentado no trabalho que segue abaixo. Finalmente, em 2008, vem a público La llorona. A intenção de colocar esse texto aqui é a de divulgar um pouco mais a obra dessa chilena que me fez sentir 'otra' como todas las otras... Tenho certeza de que, embora seja classificada como literatura feminina, (classificação com a qual a autora não simpatiza muito) suas palavras tocam tanto o mundo feminino quanto o masculino. Porque segue a crença de que 'puentes son necesarios'. É um texto extenso, bem sei, mas experimente a sua leitura. Valerá a pena pois Marcela Serrano é uma das grandes escritoras latinas contemporâneas! Há braços!
Nosotras, las otras... y yo
Así como sucedió en varios grupos humanos por el mundo afuera, cuando los países vivieron grandes períodos de sufrimiento que, de alguna forma, imposibilitaron su avance – y en este caso está el desarrollo de la literatura nacional – no fue distinto lo que se pasó en Chile. Se reeditó, con menos o más ferocidad, los horrores que el deseo de poder cobra de aquellos que, lejos de las influencias políticas, son los más perjudicados: los miembros del pueblo,
la gran masa dolorida tan bien sentida y definida por el revolucionario y poeta cubano José MARTÍ. También así, como en la España sufriente de la Guerra Civil, que a llantos profundos exilió sus cabezas pensantes, Chile igual lo sufrió. Si hablamos de literatura chilena, no podemos olvidar del período histórico bajo la dictadura vivida por ese país. Quizás para algunos especiales brasileños, a las pocas palabras se les calen, se les abarquen el significado de una vivencia en tiempos arduos de dictadura. Aún así, es sabido que en Chile el proceso fue infinitamente peor. Como bien sabemos que las memorias tienen que estar ahí para que las anidemos en nuestros corazones y para que estemos atentos a toda y cualquier tentativa de nueva catástrofe, mejor que repasemos los acontecimientos históricos.
Desde el 11 de septiembre de 1973 hasta el 11 de marzo de 1990, Chile vivió el período negro de su historia. Proponiendo una transición pacífica hacia al socialismo, la Unidad Popular llegó a su fin tras el violento golpe militar que derrocó al gobierno constitucional de Salvador ALLENDE. Justo el día 12 de septiembre, muere ALLENDE en La Moneda, el Palacio Presidencial, entre llamas y bombardeos infligidos por las Fuerzas Armadas. Con el presidente muerto, sus ministros y colaboradores fueron detenidos y llevados a campos de concentración. Así comenzaron los horrores de una
guerra al enemigo interno, o mejor, a los contrarios al golpe: el comunista, el marxista, el socialista, el revolucionario, el subversivo – los que constituían un desafío al nuevo orden establecido. Se declara Estado de Sitio en todo el país, con la sustracción de la justicia ordinaria. El Congresso Nacional fue disuelto bien como el Tribunal Constitucional. Los partidos de izquierda cayeron en la clandestinidad, los registros electorales fueron incinerados y se cesaron las funciones de alcaldes y regidores. Todo se quedó en manos de los militares.
De ahí para delante, la historia se repite: la represión no consideró clases sociales, género, profesión, estado civil o edad. Hoy se habla en un total aterrador de doscientos y cincuenta mil chilenos detenidos por motivos políticos. Miles de ejecuciones sin juicio previo, personas desaparecidas y muertas en falsos enfrentamientos. Y además de la tortura física infligida a los que cayeron en el aparato militar, había la sórdida tortura de la delación entre vecinos, engendrada y muy motivada por la junta militar. Pero como no debía ser distinto, al mismo tiempo fueron creados algunos órganos de ayuda a las personas detenidas o desaparecidas y a sus familiares. Muchos de ellos fueron el único apoyo y soporte sicológico para miles de familias. Y la lucha por los derechos humanos agregó también número igual de personas.
La iglesia católica, muy diferentemente de lo que se pasó en Argentina, a sua vez, estuvo con el pueblo y fue un punto muy fuerte de referencia para los atingidos por las locuras de un tiempo de represión. Quizás haya sido la toma de posición de la iglesia católica chilena el hecho de que hubo menos desaparecidos y muertos chilenos de los que lo tuvo el pueblo platino. Aún así, con todas las dificultades, jamás ha dejado de haber oposición al régimen, luchándose como podía. Durante los años ochenta fueron rechazadas muchas manifestaciones de protesta colectiva y nacional, sobre las cuales fueron impuestas duras represiones, principalmente en las poblaciones de Santiago. Muchas personas murieron como víctimas inocentes de una batalla de la cual no tenían ningún compromiso político. En 1988, el dictador General Augusto PINOCHET conclamó un plebiscito proponiendo ocho años más de su mandato. Él perdió el plebiscito y tuvo que llamar a las elecciones presidenciales. El demócrata-cristiano Patricio AYLWIN triunfó y asumió como presidente de su nación el 11 de marzo de 1990.
Como en todos los casos de gran represión política, numerosos fueron los exiliados de la elite cultural. Entre ellos, muchísimos representantes de la literatura, tales como poetas y novelistas. Muy pocos fueron los que se quedaron y pudieron continuar desarrolando su modo de pensar, sentir y escribir. De la misma forma que en otros países con igual historia, la ausencia de los más experientes, de los que ya tenían un largo camino en la literatura nacional, aunó fuerzas para que nuevos escritores y poetas, desde adentro del país, alzaran sus voces. Entre estos, la novelista que es tema de este estudio, aunque haya publicado su primer novela en 1991: Marcela SERRANO.
Hablamos de una persona que, además de vivir el tiempo de la dictadura y de haberse exiliado en Italia por un período, es representante del género femenino. Y eso no es poca cosa, como veremos a lo largo de la discusión del tema.
La literatura de Marcela SERRANO habla del mundo contemporáneo desde la perspectiva femenina, sin que sea una obra volcada exclusivamente para el público femenino. Al revés, es una literatura muy interesante al mundo de los hombres. Porque, entre tantos temas que la autora incluye en sus libros, el desencuentro entre hombre y mujer tiene una presencia constante. Pero los personajes fuertes de sus obras son, en verdad, las mujeres. Todo eso mezclado con la turbulencia reciente de los recuerdos y de las heridas aún abiertas en el tiempo de la dictadura. La política no se aleja de la obra de Marcela SERRANO porque hace parte de sí misma, porque la vivenció y le dejó marcas indelebles. Veamos como lo explica:
“Me cuesta mucho imaginarme que yo pudiera escribir una novela donde la dictadura chilena no estuviera presente de una u otra forma, porque determinó mi vida por completo. Todo lo que me ha pasado en la vida ha estado determinado por eso: el exilio, la vuelta a Chile, la resistencia contra Pinochet... todo lo que me ha pasado ha tenido que ver con la dictadura. El problema no es que yo lo haya elegido o no, estoy tan marcada por eso que va a estar presente en lo que yo escriba eternamente”.[1]De la misma manera, habla con seguridad sobre su obra ser o no ser escrita directamente para el público femenino. A ella no le gustaba que su obra fuera definida como literatura femenina. Actualmente ya no le importa más ese tipo de juzgamiento. Lo que le importa es que ha expuesto sus pensamientos y ellos han encontrado eco en la mayoría de las lectoras y que ha sido una forma placentera de presentar la figura femenina contemporánea. Es así que responde a ese tipo de cuestionamiento: “
Sólo sería un hecho biológico. Sin embargo, he sido muy satanizada por ello, pero escribo sobre mujeres porque la historia oficial de la literatura está escrita por hombres y a ellas no les ha dado voz”. [2] En otros momentos se refiere “ (...)
a la voz que ha sido secuestrada por el hombre” .
[3]El hecho de que haya empezado a publicar a los treinta y ocho años, da a Marcela SERRANO las condiciones para saber de lo que habla cuando describe la vastedad de los sentimientos de la mujer contemporánea. Esa chilena, hija de famosos padres escritores, graduada en Bellas Artes por la Universidad Católica de Chile, además del hecho biológico resultar en un ser del género femenino, es alguien que está en perfecta comunión con su género. Y presenta en su obra los valores que, esencialmente unen a las mujeres: la amistad, el deseo de estar juntas, la capacidad de hablar de sus problemas más personales, el humor con el cual enfrentan tales problemas y la fuerza que una pasa a otra cuando se perciben como eslabones de una única y especial cadena: la de las mujeres de nuestro tiempo.
Para que sepamos un poco de la obra de Marcela Serrano, significando aquí aquellos textos que están publicados en libros, en total de siete, vamos dar unas rápidas pinceladas en cada una de ellas.
En la primera novela,
Nosotras que nos queremos tanto (1991), la autora promueve el encuentro de cuatro mujeres chilenas, de carrera, profesionales, que enfrentan la mitad de sus vidas y que se sientan para conversar sobre sus experiencias de vida, marcadas por frustraciones. Es de esa novela que salen las voces de María, Isabel, Sara y Ana, con quienes mantendremos contacto a lo largo de ese texto. Con esta primera novela, Marcela SERRANO recibe el premio Sor Juana Inés de la Cruz 1994, como la mejor novela de la Feria del Libro de Guadalajara.
Después siguió
Para Que No Me Olvides (1993) de donde nos hablan los personajes Blanca, Sofía y Victoria. Hermosa, delicada, culta, de clase social acomodada, sutil, inofensiva, habitante del universo de los hijos y del marido protector, Blanca ve ese universo de patas arriba cuando, a los cuarenta años, sale ao exterior y conoce otros mundos, otras gentes. Entre ellos, un amor avasallante y clandestino. Por eso, y como una maldición antigua entre las mujeres transgresoras, le sobreviene la afasia, una enfermedad no menos metafórica: Blanca no puede comunicarse con el mundo exterior. Sin habla y sin escritura, queda sola en la prisión de sus recuerdos. Esa novela fue distinguida con el Premio Municipal de Literatura en Santiago de Chile.
En 1995, SERRANO publica
Antigua vida mía, escrita en Guatemala: la novela relata la historia de Violeta y Josefa, que se suma a la de las madres, abuelas y bisabuelas, todas testigos de la experiencia de ser mujer. De la noche a la mañana, Violeta hace noticia a causa de una tragedia tan inevitable como providencial, y su amiga Josefa, con los diarios de Violeta en su mano, empieza a contar su historia, es decir, de ambas. Aunque Josefa, una exitosa y angustiada cantante chilena, es la narradora, a su voz y la voz de Violeta se agrega
la de nosotras, las otras (madres, abuelas, bisabuelas), suerte de un coro griego y testigo de la experiencia femenina a través de las generaciones. El amor y la traición, la sexualidad y el dolor, la utopía y la muerte, las perversiones de la modernidad y la tensión entre lo privado y lo público: las vidas de Josefa y Violeta dibujan, como en un huipil multicolor, los anhelos y conflictos de la mujer contemporánea.
[4]Dos años más tarde (1997) surge
El Albergue De Las Mujeres Tristes, que nos cuenta las historias de varias mujeres que se van al albergue para reconstruir su identidad, sus amores, sus ansias de futuro. SERRANO sigue, en esa novela, dando voz y vez a la melancolía, a la desolación femenina. Entre tantas voces del albergue, se alzan, hasta nuestro espacio, las de Floreana y Elena.
Nuestra Señora de La Soledad sale a la luz en 1999 y trata de una intriga policial que excede el género negro de las novelas norteamericanas para dar paso a una verdadera novela de aprendizaje. La dectetive Ana Alvallay, de cincuenta y cuatro años, divorciada y con dos hijos, tiene que descubrir el misterio del desaparecimiento de una escritora chilena en Miami. En el proceso creativo de esa novela, SERRANO rastrea “...
entre las distintas soledades, la mayor de todas, que es única, insondable y (también) mujer: Nuestra Señora de La Soledad”, agrega Alfaguara, la editorial que publicó esa obra.
[5]El año siguiente (2000), Marcela SERRANO publica
Un mundo raro, obra que contiene dos cuentos:
El amor en el tiempo de los dinosaurios, que trata de las expectativas de un hombre mediocre, que pone su vida personal y sentimental de acuerdo con los ánimos del partido político al cual pertenece;
Sin Dios ni ley nos cuenta el revés de una madre con los problemas de aborto, evidenciando las dificultades de comunicación entre madre e hija en un tiempo de despertar conciencias.
Lo que está en mi corazón, es la última novela que publicó SERRANO, en 2001. Relata la historia de Camila, que va a Chiapas con el propósito de escribir un reportaje diferente sobre la revuelta zapatista. Pero no sospecha que la verdadera revuelta que la espera es la de sí misma. Pues a los treinta y cuatro años, esposa de un periodista que abandonó Chile y fue a vivir en Washington, madre de un hijo que murió aún bebé, se ve arrastrada por los acontecimientos dramáticos de la ciudad mexicana en que se encuentra. Indecisa ante el renacimiento de la pasión amorosa, Camila se ve obligada a replantearse la vida. Y a buscar caminos para enfrentar a un mundo extraño.
Lo que está en mi corazón, un título para allá de sugestivo, es una expresión que suelen decir las mujeres mayas al cerrar una historia.
Entre tantos temas de vital importancia relatados en las tramas novelísticas de Marcela SERRANO, está la referencia a la soledad femenina. Aunque tengamos caminado muchísimo con el pasar de los tiempos y que la mujer haya conquistado largos pasos en varios sectores, en las rutas para el encuentro de los géneros, algunos puentes fueron rompidos. Y está difícil de reconstruirlas porque a las personas les cuesta dejar de sí mismas en beneficio de la pareja, como uno de los ejemplos. Hoy día el sentimiento de individualidad está muy fuertemente pegado en las personas. Esa situación concurre para el alejamiento de la pareja. Y como en la mayoría de las veces es la mujer que siente que hay problemas amenazando la convivencia conyugal, casi siempre ella no alza la voz o, cuando lo hace, la desprecian, la toman en menos. Por ello, la voz abafada. O tal vez, la mudez total. Y la completa falta de espacio para que cultive la soledad. De ahí que no es de admirar que se instale la desgracia de las mujeres modernas: la depresión, que tantas veces no es perfectamente diagnosticada y acaba causando el hundimiento de su persona bien como de tantas otras que circulan a su alrededor más cercano.
Pero ¿qué es soledad? Según el diccionario de la Lengua Española de La Real Academia Española, soledad es “...
carencia voluntaria o involuntaria de compañía; lugar desierto o terra no habitada; pesar y melancolía que se sienten por la ausencia, la muerte o la pérdida de alguna persona o cosa”.[6] No raro confundimos soledad
con añoranza, “acción de recordar con pena la ausencia, privación o pérdida de persona o cosa muy querida”.
[7] En el idioma portugués, entonces, la confusión se hace de inmediato, pues la palabra
saudade, de sonido muy parecido a
soledad, es lo que en español significa
añoranza. Antonio Geraldo da CUNHA, un gran etimólogo, registra así el vocablo: “
Saudade: recuerdo nostálgico y, al mismo tiempo, suave, de personas o cosas distantes o extintas, acompañada del deseo de tornar a verlas o poseerlas; nostalgia”.[8] A su vez, Deonisio da SILVA enseña que “...
Saudade: Del latín solitate, soledad. En portugués arcaico, nació soedade, soidade, suidade. Pero los etimólogos no tienen unanimidad sobre las orígenes de este vocablo, tan característico de Brasil”.
[9] Esa es una palabra muy usada en Brasil y uno que es brasileño siente dificultad para traducirla a otro idioma. Sin embargo, en el español arcaico fue muy utilizada también. Pero para este estudio,
soledad quiere significar “
estado del que se encuentra solo; alejamiento del mundo o del bullicio; aislamiento; lugar donde se puede quedarse solo, alejado de la convivencia humana”.
[10] Trataremos sobre el espacio y el tiempo que debemos hacer nacer, ni que sea a fórceps, para que mantegamos íntegra nuestra autonomía.
Es ontológico el problema de la soledad. Que se agraba aún más en el género femenino. Porque desde que nacimos fuimos enseñadas a tener miedo a la libertad, miedo a pensar por nuestras propias cabezas, por tomar las decisiones y a vivir una relación de dependencia que destruye nuestra autonomía. El sentimiento es de que, las mujeres, no estamos hechas para vivir solas, sin la compañía de los hombres. Es la transformación de nuestra individualidad en apéndices eternos del masculino. La reconstrucción de la autonomía pasa por la metodología de la soledad, como sigue abajo:
“(...)
el tiempo, el espacio, el estado donde no hay otros que actúan como intermediarios con nosotras mismas. La soledad es un espacio necesario para ejercer los derechos autónomos de la persona y para tener experiencias en las que no participan de manera directa otras personas. Para enfrentar el miedo a la soledad tenemos que reparar la desolación en las mujeres y la única reparación posible es poner nuestro yo en el centro y convertir la soledad en un estado de bienestar de la persona. (...) Uno de los procesos más interesantes del pensamiento es hacer conexiones: conectar lo fragmentario y esto no es posible hacerlo si no es en soledad. Otra cosa que se hace en soledad y que funda la modernidad, es dudar. Cuando pensamos frente a los otros el pensamiento está comprometido con la defensa de nuestras ideas, cuando lo hacemos en soledad, podemos dudar. Si no dudamos no podemos ser autónomas porque lo que tenemos es pensamiento dogmático. Para ser autónomas necesitamos desarrolar pensamiento crítico, abierto, flexible, en movimiento, que no aspira a constuir verdades y esto significa hacer una revolución intelectual en las mujeres”.[11]Lo que ocurre es que el trato social en la vida de la mujer impone muchas dificultades para que ella pueda realizar el proceso de la metodología de la soledad. Porque se necesita un tiempo y un espacio para su ejecución. Y bien sabemos que los roles femeninos son tantos que, para mantener la disciplina de la práctica del aislamiento, de la soledad, depende mucho de una gran voluntad. Pero nos consuela que para todo hay que pagar un precio. Y para sentirnos autónomas, todo el esfuerzo será bien aprovechado. Lo que importa es que nos convertamos en sujetas.
“
Convertirnos en sujetas significa asumir que de veras estamos solas: solas en la vida, solas en la existencia. Y asumir esto significa dejar de exigir a los demás que sean nuestros acompañantes en la existencia; dejar de conminar a los demás para que estén y vivan con nosotras. (...) En la construcción de la autonomía se trata de reconocer que estamos solas y de construir la separación entre el yo y los otros”. [12]En la búsqueda de las respuestas para la soledad es que, en las novelas de SERRANO, las mujeres se agrupan, se reúnen, consolidan la amistad, se dan las manos, porque saben que tan sólo entre sus pares es que serán comprendidas y ayudadas. En esos momentos, lo que aprenden es sobre solidaridad, sienten que su caso no es único, que el caso de cada una puede ser el caso de muchas otras. Siempre que pueden, los personajes de la novelista se alejan de sus casas, de sus trabajos, de su entorno social, y van a buscar sitios, rincones donde puedan estar, al menos, lejos de los compromisos diarios. Aunque compartiendo ese tiempo de relativa soledad, ellas salen con una certeza en sus pechos: de que la soledad, ese tiempo y espacio tan deseado, es una necesidad, no es una cuestión de ocio. Al revés, pueden realizar momentos de mucho trabajo. Pero no menos placenteros.
La autora utiliza muchas veces en sus narrativas el recurso del coro griego, que era constituído por un grupo de quince actores amadores que danzaban y cantaban, eligidos a través del registro civil de la tribu. Eran todos hombres que actuaban durante la representación y “ (...)
caminaban en solemne procesión a través del palco estrecho y largo, interpretando, por medio de la poesía del movimiento, las palabras y los estados de alma de la pieza” [13] . El teatro era al aire libre y los asistentes podían, cuando eran invocados el cielo, el mar, el sol, las estrellas, el océano, visualizar tales elementos. Por ello es que los títulos de los capítulos de este trabajo están así nombrados, con la repetición en forma de oraciones, de voces que se alzan a los cielos, como hicieron nuestras antepasadas y como de formas diversas seguimos haciéndola hoy, nosotras, las otras, como le gusta a la autora escribir en sus obras. Y como nos encanta percibirnos, todas nosotras, las otras: cada una siendo una, pero todas juntas con la misma voz y el mismo gesto.
La cuestión de la soledad, cuando se trata del género femenino, encuentra en la falta de tiempo, a causa de los múltiples quehaceres de la mujer, un gran obstáculo para que se realice la metodología de la soledad. Son muchas las situaciones que vive la mujer que la llevan a un estado de fatiga o desolación. Tantas oportunidades para que se instale el deseo de soledad y muy pocas ocasiones para practicarla. Pues hay que estar atenta a todos los detalles, hay que atender a todas las solicitaciones que advienen de sus tareas con la familia, con los hijos, con el trabajo, con su corazón, con su tiempo. Sin embargo, la mujer de hoy día también tiene que arreglar un espacio para estar en soledad, así como si fuera el combustible que le da energía, más fuerza para poder seguir el camino. Así es que, en el capítulo siguiente y posteriores, estaremos demostrando las exigencias que sufren las mujeres de nuestro tiempo en relación con sus más variadas tareas, utilizando las voces de los personajes femeninos de la obra de Marcela SERRANO.
Es por ello que cuando las lectoras pongan sus ojos sobre sobre estas líneas, sabrán comprender, desde el hondo de sus entrañas, de qué se trata. Porque nosotras, las otras, sea el yo de la novelista o el yo de la investigadora o aún el yo de la lectora, todas pertenecientes al mismo género, sabemos olfatearnos y reconocer lo nuestro. Pero en ello no se pretende alejar la mirada masculina. Todo al revés. La necesitamos. Puentes son necesarios.